lunes, 2 de septiembre de 2013

Construyendo Recuerdos - "Capítulo 6"



Carolina llevaba más de una semana trabajando sin descanso. Preparaba ese proyecto con el mayor cuidado del mundo. No quería que pudiera producirse ni el más mínimo error.

Llevaba días enfrascada en los números. Trabajaba en la oficina incansablemente, e incluso cuando llegaba a casa continuaba haciéndolo. En varias ocasiones había tenido que recurrir a Eduardo, para poder contrastar algunas de las informaciones y él había cumplido. La había ayudado siempre que se lo había pedido sin ningún tipo de queja.


Estaba en su despacho dando los últimos toques al proyecto, ya que, por fin, esa misma tarde, se celebraría la reunión y todo el jaleo acabaría. Contaba con ello, y con que todo saliera bien, necesitaba descansar, lo necesitaba realmente, llevaba varios días durmiendo apenas un par de horas, y su cuerpo hacia ya rato que había empezado a quejarse, incluso Eduardo lo había notado, lo que había resultado un problema más, ya que se había dedicado a perseguirla intentando convencerla para que bajara el ritmo y descansara. A lo que ella se había negado rotundamente, y a cambio de que la dejara en paz, se había visto obligada a aceptar la ayuda de él, para compartir el trabajo y terminarlo antes, con el fin de que ella pudiera descansar realmente.


-     ¿Qué? – más que contestar al teléfono, había ladrado, al auricular, al comprobar que era Eduardo el que la llamaba.
-    Te iba a preguntar cómo lo llevabas, pero ya veo que estás un poco nerviosa – su voz sonaba fresca y calmada, todo lo contrario de la suya, que estaba cansada y nerviosa.
-      No estoy nerviosa y lo llevo bien.
-      ¿necesitas ayuda?
-    No, creo que lo tendré listo, comeré un sándwich en el despacho y le daré los últimos retoques.
-      Ese es el problema Carol.
-      ¿problema? – dejó de prestar atención a la pantalla del ordenador y le dedicó una mirada furibunda al teléfono -  ¿Qué problema?
-      Han adelantado la reunión para antes de la comida.
-      ¿Qué? – su voz ahora sonaba histérica - ¿Quiénes la han adelantado?
-      Los accionistas.
-    ¿y qué narices somos nosotros entonces? – se levantó bruscamente, provocando que su sillón girara sin control y comenzó a andar descontroladamente por el despacho - ¿y por qué te lo dicen a ti y a mí no, que soy la mayor interesada?
-      Tranquilízate, anoche lo estuvimos comprobando todo y estaba perfecto.
-     Pero no he preparado la presentación… además ¿tú me has visto? Parezco un monstruo, tengo unas ojeras que me llegan a los tobillos y parece que me ha criado una bandada de gaviotas furiosas en la cabeza – escuchó las carcajadas de su marido al otro lado de la línea – no estoy bromeando Eduardo…
-     Lo sé, no te preocupes, mira, voy para allá ahora, te ayudo con la presentación, y en una hora está lista, luego tienes dos para ir a casa, ducharte, descansar, ponerte guapa y volver para impresionarles.
-      No me va a dar tiempo.
-      Claro que te va a dar… en un minuto estoy allí, vete imprimiendo el informe para que Ceci empiece hacer las copias – oyó la respiración agitada de ella al otro lado - ¿vale?
-      Vale….

Cinco minutos después Eduardo entró en el despacho de Carolina con una sonrisa.

-    No voy a poder. Mira – levantó unas cuantas hojas y se las mostró – ni siquiera las he revisado.
-      ¿Otra vez las quieres revisar? – le quitó las hojas y las echó un vistazo – anoche estuvimos hasta las tantas con esto. Ensayamos tu presentación tres veces, revisamos los datos y todo estaba bien. Tienes que dejar de preocuparte, Carol.
-    Lo intento pero no puedo – Eduardo caminó hacia ella, colocándose a su espalda y se inclinó sobre su hombro para tener una mejor vista de los papeles.
-      Bueno pues entonces vamos a echar un vistazo rápido y totalmente innecesario a todo esto para que puedas sacarte de la cabeza esas absurdas ideas sobre que algo puede ir mal.


Tal y como había pronosticado Eduardo, poco más de una hora después todo el material estaba revisado y preparado y ella estaba de camino a su casa para cambiarse y relajarse, mientras él terminaba de preparar las carpetas para la junta por ella.


A las cuatro de la tarde todo había acabado. El trabajo había sido recompensado y la junta había aceptado el trabajo de Carolina con alabanzas. Todo había salido mejor de lo que había planeado. La presentación, los planes, el informe, la posibilidad de la fusión, todo había sido aprobado. Y Carolina estaba más que contenta por como habían ido las cosas.

-      Bueno, supongo que he de decirte, ¡Felicidades! – jaleó con guasa Eduardo acercándose a Carolina, que estaba recogiendo algunos de los materiales que había utilizado para la presentación, con una radiante sonrisa de orgullo en el rostro.
-      Supones bien – se giró y le devolvió la sonrisa –y muchas gracias. Por la felicitación y por toda la ayuda.
-      Bah, en realidad lo único que he hecho es aguantar tus crisis nerviosas – bromeó con una mueca.
-      El día que seas realmente amable conmigo te voy a dar un premio.
-      ¿Cuál? – la miró con los ojos muy abiertos, como expectante.
-      Un mamporro con algo duro y contundente.
-      ¡genial!
-      Aarggg.
-      Venga, no te pongas así, qué culpa tengo yo de tener alma de cómico.
-      Lo que tienes es alma de bufón – él la hizo burla aprovechando que ella no miraba.
-      Encima que yo quería invitarte a celebrarlo -  dibujó círculos imaginarios sobre la mesa en la que estaba apoyado, con la mirada baja y haciendo un puchero con los labios.
-      No, si todavía conseguirás hacerme sentir mal.
-     Pues deberías, porque yo aquí intentando proponerte un plan para reconocerte el éxito que has cosechado y tú solo piensas en la mejor manera para quedarte viuda.
-      ¿Qué habías pensado?
-      Cena y unas copas – propuso con voz cantarina mirándola sonriente.
-      Ya veo lo afectado que estabas – le recriminó achinando los ojos.
-      Venga ¿Qué me dices? Debemos celebrar que te has metido a todos en el diminuto bolsillo de esa diminuta chaqueta que llevas – ella resopló – y que gracias a ese informe y esa presentación que has realizado de forma tan magistral, vamos a realizar la fusión más importante y beneficiosa de la historia de la empresa. Es casi una obligación – ella viró los ojos ante su comentario.
-      Bueno…
-      ¿sí? Venga di que sí….
-      Oh, está bien… pero no nos vamos a liar mucho, estoy cansada.
-      Prometido – alzó la mano mostrándole la palma – cenita ligera y una copichuela rápida.
-      Eso es….
-      Aunque, venga, - se acercó a ella y le dio un suave codazo en el costado – deja de hacerte la dura y di la verdad ¿a qué estás deseando darte alas y celebrar todo esto como dios manda?
-      Estoy contenta de que todo haya salido bien, solo eso.
-      Ya claro, pero es que cariño, todo no ha salido bien, todo ha salido genial, eres la mejor – la cogió en brazos y giró con ella sobre sí mismo un par de veces riéndose a carcajada limpia.
-      Bájame – le rogó, correspondiendo a sus risas.

Un carraspeo les llamó la atención y Eduardo la colocó en el suelo de nuevo, volviéndose ambos hacia la puerta.

-  Perdonen la interrupción, no quería molestarles – una de las secretarias recién incorporadas les miró totalmente colorada desde la puerta.
-      Oh, no te preocupes – intentó calmarla Carolina.
-      Sí, no has interrumpido nada, peor hubiera sido si hubieras entrado unos minutos después – continuó él con sus bromas, llevándose un codazo en las costillas – ves, es una fiera – Carolina volvió la cabeza mirándole asesinamente.
-      Yo… este… - les miró temblando y tartamudeando sin parar –ve… venía a recoger las cosas pe… pero volveré más tarde.
-      No te preocupes, nosotros ya nos íbamos – la tranquilizó Carol
-      ¿ya? pero si ni siquiera hemos hecho esa cosa sobre la mesa….
-      Puedes empezar si quieres. – le ignoró Carol, dándole un pisotón y terminando de recoger sus cosas.
-      Ves, ahora la tendré todo el día agresiva.
-      No tengas en cuenta nada de lo que dice, es a causa de la medicación – Carolina la sonrió condescendientemente y salió de la sala en dirección a su despacho.



-      ¿Puedo pasar o me vas a pegar? – preguntó antes de entrar en el despacho de su esposa.
-      ¿Tú qué crees? – Carolina dejó de trabajar y se recostó en su silla observándole.
-      Bueno, - entró con pasos calmados, acercándose hacia ella – sé que tienes muchas ganas de machacarme por lo que dije, pero como eres medianamente pacifica y no tienes ningún cojín a mano, creo que me lo vas a dejar pasar y como mucho me gritarás algo hasta que te quedes a gusto y nos vayamos a cenar – sonrió satisfecho con sus deducciones y se sentó sobre la mesa mirándola – y bien, ¿He acertado?
-      De refilón… ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¿tú sabes lo que debió de pensar? Vamos a ser la comidilla de toda la empresa, tenemos que dar ejemplo, mira tú si…
-      Todo el mundo sabe cómo somos…
-      ¿quieres decir que todo el mundo sabe que eres tonto perdido y yo la pobre desgraciada que se casó contigo? – le provocó irónica.
-      Quiero decir, que todo el mundo sabe a lo que atenerse, si le hubiera dicho eso a Ceci, se hubiera reído y lo sabes, lo que pasa que la chica esa era nueva.
-      Razón de más para comportarte – él chasqueó la lengua.
-      Bah, venga, sabes que tuve mi chispa – le guiñó un ojo - ¿estás preparada?
-      Preparada ¿para qué?
-      Para ir de fiesta.
-      Eduardo….
-      Vamos, no seas aguafiestas…
-      Creo que te odio – se levantó, cogió sus cosas y se encaminó hacia la puerta.
-      Seguramente pero ¿A qué es fantástico?


Finalmente y, sin demasiados impedimentos por su parte, Eduardo consiguió persuadirla del todo para que realizaran los planes que tenía en mente. Por lo que dejaron el coche de ella aparcado en el garaje de la empresa y ambos se pusieron en camino en el del Eduardo.

Llegaron al restaurante que Eduardo había elegido para la ocasión. Un restaurante bastante conocido por la calidad de sus platos y en el que podían comer de forma tranquila, sin tener a nadie pendiente de ellos.

-      Me gusta este sitio.
-    Y a mí. Por eso te he traído. – Eduardo sirvió el champán que les acababan de llevar y le tendió una copa a Carolina.
-      Gracias. Pero que conste que eso es un poco egoísta.
-    Vamos, no empieces con tus critiqueos – la sonrió – bastante he tenido que aguantar ya, pensé que habíamos quedado en paz.
-      Está bien, intentaré no meterme más contigo esta noche.
-      Es un alivio, sabiendo lo picajosa que eres – Carolina le miró con los ojos entrecerrados y él volvió a sonreírle burlonamente – venga vamos a brindar – elevó su copa hacia ella – por ti.
-      Por mí – le devolvió una sonrisa coqueta y tras chocar su copa con la de él, bebió.

Cenaron entre risas, sin escatimar con el vino ni el champán, para después ir a un club de moda, en el que continuaron bebiendo mientras bailaban.

Varias horas después cuando estaban bastante afectados por la celebración se decidieron a volver a casa, en taxi, debido a la incapacidad de ambos para colocarse frente al volante.

-    Boom – imitó el ruido que según ella haría la cama al tirarse sobre ella, con su peculiar forma de hablar a causa de su estado, sin dejar de partirse de risa – esto es la caña – gritó mientras botaba sobre la cama – tienes que probarlo – estiró las manos hacia él partiéndose de la risa y aún saltando sobre la cama - ¡ven!
-      ¿Eso es divertido? – se tiró junto a ella y la imitó - ¡sí que lo es!
-     Te lo dije – se tumbó boca arriba jadeando por el esfuerzo pero sin poder parar de reír - tengo sed.
-    Voy a por algo de beber - Eduardo se levantó a trompicones y salió a toda prisa por la puerta.
-      Guay – le jaleó ella.

-      Oye – Eduardo entró de nuevo a la habitación, con una botella de champán en cada mano y con gesto confuso - ¿tú sabías que teníamos escaleras mecánicas? – le preguntó rascándose la cabeza con una de las botella mientras se acercaba a la cama, donde se encontraba ella.
-      Noooo – Carolina se apoyó sobre los codos.
-      Pues – la miró con el ceño fruncido - ahora las tenemos – tiró una de las botellas sobre la cama -  porque se mueven solas – estalló en carcajadas.
-      ¡Guay! Voy a verlo – salió disparada hacia la puerta, reapareciendo en la habitación un par de minutos después - ¡Cómo mola! Van de lao a lao….
-     Oye – Eduardo se sentó y comenzó a forcejear con la botella que tenía en la mano para abrirla – y ¿sabes ese coso con flores que hay encima de la cosa en la que guardamos las  - soltó una nueva carcajada y levantó, con una sonrisa, la botella que estaba intentando abrir para que la viera – botellas?
-      Si – ella se tiró de nuevo en la cama junto a él, mirándole expectante.
-      Pues ya no lo tenemos – comenzó a reírse de nuevo y se tiró de espaldas sobre la cama, olvidándose de abrir la botella.
-      María se va a enfadar mañana… - Eduardo asintió – ¡quiero beber! -  se sentó y le quitó la botella – yo la abro – comenzó a tirar del corcho hasta que por fin consiguió que saliera volando y que el champán saliera a borbotones – uy - se llevó la botella a la boca intentando beber a pesar de las burbujas.
-      Ey, que yo también quiero – le arrebató la botella y bebió un largo trago.
-      Que te la vas a acabar… - se lanzó sobre él, forcejeando para quitársela.
-      Egoísta… tú la tuviste antes – apretó la botella contra su pecho y la miró con desafío.
-     Pero casi no bebí – le empujó hacia atrás, provocando que cayera de espaldas sobre la cama.
-      No se cae – se quedó mirando la botella que tenía tumbada sobre el pecho.
-     Porque te la has bebido entera – se echó sobre él y le quito la botella, mirando el interior con los ojos entrecerrados – ah no, que queda un poco – sonrió y bebió hasta el fondo el resto del líquido.
-      Ahora sí que la terminaste – Eduardo le quitó esta vez a ella la botella y la meneó de un lado a otro para comprobarlo.
-      Pero hay más – Carolina se estiró en busca de la otra botella que él había subido. – ¿Dónde está? – se colgó de la cama para buscar debajo de ella.
-      Que te caes – Eduardo dejo a un lado la botella y se abalanzó sobre las piernas de Carol, para sujetarla del tobillo y tirar de ella hacia arriba de la cama.
-      ¡suéltame! Quiero mi botella.
-      Toma esta – le dio la que acababa de dejar a su lado.
-      Está vacía. Solo sirve para girar. – se incorporó sentándose a escasos centímetros y la hizo girar con su mano derecha sobre la cama. -¿Lo ves?
-      ¡Y cómo gira! – alabó él, sonriente, mirando el recipiente dando vueltas entre ellos.
-      Se ha parado – se echó a reír – y te apunta.
-    Pues ahora me toca a mí – y la puso en movimiento de nuevo - Yo jugaba a algo así de pequeño – comentó, pensativo, en voz alta.
-      Calla, que la desconcentras – le chistó ella, observando detenidamente como poco a poco se detenía.
-      Te señala – coreó su marido.
-      Mentira, está señalando a la cortina.
-      No puede señalar a la cortina – se burló él – te señala a ti. Te toca.
-      ¿Qué me toca… volverla a girar? – preguntó con estridencia.
-      No, te toca a ti, porque te señala a ti… - hipó - eres un poco inútil con esto ¿no?
-      ¿y yo que sé? Si ni siquiera sé a lo que estamos jugando.
-      Pues a la botella… ahora toca besar.
-      ¡¿A la cortina?! – se escandalizó.
-      No, a nosotros.
-      ¿La cortina nos va a besar a nosotros?
-      Las cortinas no besan.
-      Entonces ¿me besas tú a mí y yo a ti?
-      Eso dice – Eduardo hipó de nuevo – el champán.
-      No hay champán, te lo bebiste todo.
-      Jooooooo…. Vamos a jugar o me duermo – se tiró de espaldas en la cama.
-      Vale. – se lanzó sobre él haciéndole gimotear al sentir su peso sobre él – jugamos – Carolina colocó su cabeza sobre la de él y le miró durante unos instantes antes de acortar las distancias y besarle. – Vale, te toca.
-      ¿Me vas a dejar besarte? – la miró con el ceño fruncido.
-      Es el juego – respondió con simpleza.
-      Vale.

Eduardo se incorporó sobre sus codos, provocando que Carolina se retirara levemente hacia atrás para dejarle espacio, y la miró sonriente. Poco a poco fueron acortando la distancia que les separaba hasta que juntaron de nuevo sus bocas, comenzando un beso más ardiente que el anterior.

Carolina colocó su mano en el hombro de su marido, empujándole hacia delante para acercarle a ella. Eduardo levantó una de sus manos, la llevó con movimientos torpes hacia la mejilla de Carolina y la acarició con suavidad, entreteniéndose durante unos intensos segundos, mientras ella le rodeaba el cuello con los brazos y enterraba las manos en su corto cabello. Él llevó el otro brazo a su cintura, sintiendo el curvilíneo cuerpo de su esposa entre sus brazos y sin separar ni un ápice sus labios, rodó sobre ella, dejándola tumbada sobre la cama con él encima.




 *-*-*-*-*-*-*
Bueno, otro capítulo de esta historia,que es mi pequeña debilidad.
Espero que os guste.




1 comentario:

  1. Hola,
    Perdona, pero me he venido de Erasmus a Polonia y me hoy que me apetecía leer me he acordado de ti, como siempre.... el problema es que no he conseguido entrar en el blog y no te he podido comentar en el capitulo que correspondía. Pero tenía tantas ganas de comentarte y tan pocas ganas de ponerme a intentar poder entrar en el foro... que rabia que no me haya dejado comentar.
    Bueno, que me gusta mucho irme por las ramas.
    El último capítulo -el de la escapada- a mi me ha encantado!!! creo que le venía muy bien a tu novela darle un giro de alegría y quitar un poco la monotonía. Siempre me daba la intención de que se iban a besar y hacer el amor, incluso me ponía a imaginar que haciendo el amor se acordaba de todo. Pero no!
    Como comentas en tus reflexiones finales, claro que se puede sacar cosas en claro por el comportamiento de ambos. Yo saco que ella ya está loquita por él, pero en realidad eso ya lo sabía. Y de él saco que tiene miedo de decirle que en realidad su matrimonio era una farsa que no se querían (o eso cree él). Y se siente mal o no quiere llegar a besarle ni nada...ains que complicado que lo dejas.
    Pero me encanta! siempre me ha encantado, lo sabes! y estoy ansiosa por leer más.
    :)

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