Se
despertó con el mismo mal humor con el que se había acostado la noche anterior,
pero afortunadamente para sus nervios y para los de Eduardo, este se había ido
ya.
Se preparó lo más rápido que le fue
posible y se dirigió hacia la oficina. Realmente tenía una reunión importante
esa mañana. Una reunión en la que necesitaría toda su concentración, todo su
tesón y toda su destreza financiera, para conseguir que aprobaran su nueva
propuesta presupuestaria.
Pero además iba a necesitar todo su
autocontrol, porque para conseguir su propósito, no solo tenía que convencer al
consejo, sino que además debía de aguantar la presencia de Eduardo, e incluso
competir con él de forma justa y limpia, algo que no le apetecía nada en
absoluto.
Había llegado a la empresa con el tiempo
justo, a causa de los atascos mañaneros, y ni siquiera había podido revisar su
propuesta. La conocía, se la sabía al dedillo, ella misma se había encargado de
diseñarla y redactarla, pero a pesar de eso no dejaba de estar nerviosa,
pensando en lo que podría fallar, en los errores que podría cometer.
Cuando entró en la sala de juntas todo el
mundo estaba sentado, incluido Eduardo que la observó con una de sus
indescifrables miradas. Ella se paseó por la estancia derrochando una
tranquilidad y una confianza que apenas tenía y se sentó en su lugar, esperando
a que llegara su momento.
- … y en definitiva esa es mi propuesta –
Carolina sonrió completamente satisfecha con su presentación y con su trabajo,
y miró a los presentes esperando alguna pregunta.
- Es un proyecto realmente interesante
hija, los beneficios que planteas son
muy importantes, y creo que deberíamos tenerlos en cuenta – su padre se recostó
levemente en el asiento y miró, con las manos entrelazadas, a los demás
presentes – yo estoy a favor.
- A mí también me ha parecido interesante y
muy factible, deberíamos estudiar seriamente la posibilidad de llevarla a cabo
– corroboró el padre de Eduardo, sonriéndola e indicándola con la mano que
volviera a su lugar – bien ahora creo
que es el turno de Eduardo.
- Un momento – la voz del aludido resonó en
los oídos de Carolina, la cual se paró a medio camino de su sillón y le miró
ferozmente – antes quería decir que yo creo que esa propuesta está incompleta.
- ¿incompleta? – se defendió ella, mientras
varios de los presentes pasearon sus miradas entre ambos, sorprendidos - ¿a qué
te refieres?
- Propones dedicar la mayor parte de los
presupuestos a los departamentos de investigación, producción y desarrollo –
ella asintió – ¿y qué ocurre con el departamento de marketing?
- El departamento de marketing contaría con
un capital suficiente para realizar una campaña publicitaria digna.
- Pero insuficiente – sujetó los brazos de
su silla con ambas manos y la miró de forma engreída.
- Nuestra empresa tiene reconocimiento
suficiente por sí misma, no necesita una gran campaña para mantener las ventas,
en cambio los cambios que se podrían producir en estos departamentos al
disponer de mayor capital, serían muy beneficiosos.
- Pero si mejoramos nuestros servicios,
¿Cómo se lo haremos llegar a nuestros clientes si no disponemos de un buen
servicio publicitario?
- Podríamos hacerlo perfectamente, no estoy
diciendo que obviemos ese departamento, solo que le recortemos los gastos. En
lugar de hacer un mega anuncio, podríamos hacer campañas más breves y concisas
en las que mostrar nuestros servicios.
- Lo siento pero no lo veo claro, creo que
ese proyecto tiene lagunas.
- Sí, claro… y seguro que el tuyo es mucho
mejor – Carolina se sentó completamente tensionada y miró fijamente a su
marido, con unas terribles ganas de desollarlo vivo.
- Precisamente, aquí – se levantó y con
elegancia, distribuyó una serie de carpetas a cada uno de los miembros de la
junta – tengo mi propuesta, he de reconocer que en algunos puntos coincido con
Carol, también considero importante aportar dinero a los departamentos que ella
ha destacado, pero mi reducción del mismo para el resto, no sería tan radical.
Podríamos utilizar, además, algunos benefactores externos para algunas de las
propuestas – repartió otra carpeta más – en esta otro dossier he reseñado
algunas posibilidades interesantes que podríamos tener en cuenta.
- Muy bien, propongo que estudiemos estas
propuestas y convoquemos de nuevo la junta dentro de una semana para acordar
cual será la opción que tomemos.
Todos los presentes estuvieron de acuerdo
con esos términos y la junta se disolvió. Nada más concluir la reunión, Carolina
se levantó de su sillón y recogiendo, lo más rápido que le fue posible, todos
sus documentos salió de la sala tremendamente ofuscada.
- ¡Carol! – la voz de su amiga Daniella la
frenó de golpe.
- Daniella, ¿Qué estás haciendo aquí?
- He venido a invitarte a comer.
- ¿A estas horas?
- Podíamos ir a tomar algo antes, ayer me
fui muy rápido, quería contarte todo lo del trabajo a fondo.
- Pues lo siento pero no puedo. Tengo
muchas cosas que hacer – su tono era impertinente, pero ni siquiera su amiga
podía calmar el enfado que desde la noche anterior estaba bullendo en su
interior.
- Ey, ¿Qué te pasa?
- A mí nada – le dedicó una furiosa mirada
a Eduardo que pasaba petulantemente por su lado con una sonrisa de superioridad
pintada en sus labios – tengo que irme, ya hablaremos.
- No señorita – Daniella la sujetó con
firmeza del brazo – estás así por él ¿Verdad? por el hombre de hielo… ¿Qué
narices te ha hecho ahora? No se supone que estabais en una fase de felicidad
extrema, o al menos eso es lo que me dijiste ayer.
- Ayer tenía una fase de estupidez profunda
que distorsionaba mis ideas.
- ¿Eso es un sí?
- Eso es un, Eduardo es el mayor hijo de….
- Shhh – Daniella tiró de su brazo para
silenciarla y la condujo hacia su despacho – ¿te estás volviendo loca? No
puedes hablar así, y mucho menos en el pasillo delante de todo el mundo,
cualquiera podría escucharte.
- Me da igual lo que los demás escuchen,
ese tipo es despreciable, lo peor que me he echado a la cara jamás, es… es….
- Dios, si que estás furiosa… - interrumpió
la perorata de su amiga.
- Tengo ganas de estrangularlo, de matarlo,
arggg….
- ¿Me vas a contar que te ha hecho para que
pueda despotricar y despellejarlo con propiedad?
- Tú siempre estás despotricando y
despellejándole.
- Ya, pero si tengo una base válida para
hacerlo me siento más motivada.
- De todas formas son cosas de trabajo… -
retiró la silla de su escritorio con un movimiento brusco y se dejó caer sobre
ella.
- ¿y eso significa que no me lo vas a
decir?
- Eso es.
- Ah… ¿podrías hablarme con un poco de
sentido? Porque no se sí es porque estás enfadada o qué, pero no entiendo la
mitad de las cosas que me dices.
- Daniella – Carolina chasqueó la lengua
hastiada por el comentario.
- ¿Qué? – se encogió de hombros – solo
estoy siendo sincera y que conste que me parece injusto que compartas conmigo
tu frustración pero no me dejes saber el motivo – se sentó en el sillón que se
encontraba en uno de los laterales del despacho y miró a Carolina dolida –
últimamente me cuentas tan pocas cosas malas de él, que la lista se está
quedando anticuada.
- ¿Qué lista? – la miró confusa.
- La de motivos para odiar al hombre de
hielo.
- Dios – resopló – no sé cuál de los dos
consigue desquiciarme más – se dijo a sí misma.
Había pasado el resto del día con más
pena que gloria. Había rehusado el ofrecimiento de Daniella de salir a comer, y
lo mismo había hecho con el de capar a Eduardo, aunque hacerlo le había costado
unos minutos más.
Se había dedicado todo el día a revisar
las posibles modificaciones que podría realizar a su propuesta, con la
esperanza de que en la junta de la semana próxima, la eligieran a ella, y no al
idiota de su marido.
Continuaba estando furiosa. Tan furiosa
como nunca lo había estado antes. Ni siquiera, el día que la habían obligado a
casarse con él había estado así de enfadada. Pero no podía evitar sentirse
traicionada. Eduardo había jugado con ella, había estado siendo amable, para
que ella bajara la guardia y pudiera darle la estocada final frente a la junta.
Sabía que él iba a presentar su propio
proyecto, pero lo que no sabía y ni siquiera esperaba es que se dedicara a
echar por tierra el suyo para ganar puntos.
El programa de cambios de Eduardo era
bueno. Eso tenía que reconocerlo, lo había echado un vistazo y le había quedado
claro que su trabajo era mejor que el de ella, y era por esa misma razón que no
entendía la actitud que había tenido.
No llegaba a comprender por qué en lugar
de limitarse a presentar su idea, la cual tenía la base y la capacidad para
proclamarse líder por sí misma, había optado por bombardear la propuesta de
ella.
Llegó a casa antes de lo normal. Se
sentía absolutamente agotada y lo que menos deseaba era tener que aguantar más
tiempo entre las cuatro paredes que conformaban su despacho dando mil y una
vueltas sobre el mismo tema.
Había preferido regresar a casa, realizar
unos largos en la piscina, para templar los nervios y acostarse temprano tras
una cena liviana, con el fin de olvidar el pésimo día que había tenido y
evitar, además, tener que encontrarse con Eduardo de nuevo.
Pero como desde hacía un tiempo
ocurría, no consiguió sus objetivos.
Al salir de la ducha y entrar en la habitación,
se encontró con Eduardo, que se disponía a cambiarse de ropa.
- Me dijeron que te fuiste temprano,
¿ocurre algo?
Carolina le miró, sintiendo como en su
cuerpo comenzaba a crecer de nuevo la ira. Aún, después de cómo se había
comportado, preguntaba si pasaba algo.
Se giró bruscamente hacia el vestidor,
rogando para que su presencia en la habitación solo fuera una mala pasada de su
imaginación. Deseó con todas sus fuerzas que Eduardo se callara y
desapareciera, pero al volverse con la ropa que había elegido ponerse, él
seguía en el mismo lugar, mirándola, como siempre que le convenía, de forma
inexpresiva.
- Carolina…
- Estoy cansada, me voy a ir a acostar
temprano.
Caminó hacia el cuarto de baño de nuevo,
con la intención de cambiarse, ya que él no parecía dispuesto a moverse. Pero
al salir minutos después, él, obstinado, continuaba en la habitación, aunque ya
cambiado, y en lugar de vestir su traje de ejecutivo, llevaba unos vaqueros,
una camiseta y una sudadera a medio cerrar.
- ¿No tienes nada que hacer? – protestó
ella cansada de verlo.
- Me encontré con Daniella esta mañana.
- Muy mal no debió portarse si sigues de
una pieza – frivolizó ella, mientras preparaba la cama para meterse.
- Me preguntó qué era lo que te había hecho
para que estuvieras tan enfadada – Carolina dejó su quehacer y le miró
sorprendida, odiando a su amiga por tener una boca tan grande – poco le faltó
para arrearme, aunque se desquitó de lo lindo, parece mentira que con la cara
de modosita que tiene tenga una lengua tan sucia – silbó – si ves la cantidad
de cosas que me llamó…
- Seguro que te merecías cada una de sus
palabras – clavó su mirada en la de él, dispuesta a poner las cartas sobre la
mesa de una vez.
- Compruebo entonces, que lo que me dijo no
era para meter púa entre nosotros, realmente estás enfadada - afirmó
sosteniéndole la mirada – y ¿puedo saber qué es lo que hecho?
- Si no lo sabes es que eres gilipollas.
- Muy enfadada…. – se corroboró a sí mismo.
- Eres idiota, ¿Cómo me has podido hacer
eso?, no tenías suficiente con presentar tu propuesta, ¿verdad? tenías que
hundir la mía en el pozo para sentirte todo un gallito, para creerte algo
importante, superior a mí – le lanzó uno tras otro los almohadones que
adornaban el lecho y que había estado recopilando para apartarlos – eres un…
- No intentaba hundirte, – esquivó
hábilmente cada una de las acometidas que ella lanzaba contra su rostro - yo….
- Pues lo disimulabas genial – interrumpió
su explicación.
- Solo intentaba mirar por el bien de la
empresa, quería hacerte ver que esa propuesta podía mejorarse en algunos
términos.
- Eso es mentira, lo que te pasaba es que
estabas enfadado.
- ¿enfadado? ¿yo? ¿Por qué iba a estar
enfadado?
- Por lo de anoche, por lo que estuvimos
hablando, te molestó que tardara en contestar, que pensara lo que iba a decirte.
- Eso no tiene nada que ver.
- Sí que lo tiene, ni siquiera me dijiste
nada cuando te dije lo que sentía, eres un….
- ¿Quieres que hablemos de lo de anoche? –
la cortó – bien, hablaremos. Si no te dije nada es porque no creí ni una sola
de las palabras que salían de tu boca – ella abrió la boca totalmente ofendida
con la firme intención de replicar, pero él continuó evitando que ella pudiera
hacerlo – cuando alguien tarda en dar una respuesta es porque no la tiene o
porque simplemente está pensando la mejor forma de salir bien librado de la
situación, en una palabra, miente… eso es algo que aprendí hace mucho.
- Yo no te mentí. Lo que dije es realmente
lo que pensaba. Si tardé en contestar fue porque simplemente no sabía cómo
decírtelo, quería que tú me creyeras, para que dejaras de pensar que podía
guardarte rencor por no haberme apoyado en lo de cancelar la boda. Pero tú ni
siquiera te plateaste nada más ¿verdad? asumiste lo que a ti te dio la gana
asumir, y si yo quedaba como la mala mejor todavía…
- Yo no hice eso.
- Sí que lo hiciste y por eso esta mañana
te comportaste así en la junta. Querías desquitarte por algo que pensabas que
había hecho y la mejor manera que encontraste fue la de dejarme como una
estúpida y una inútil delante de todos, comportándote como un prepotente que
desprecia todo lo que no está pensado por él, despreciando mi trabajo y
despreciándome a mí.
- Me parece que ahora la que está
prejuzgando las cosas eres tú.
- Pues si es así lo sentiré cuando me dé
cuenta de ello, pero al menos lo hago en privado, diciéndote las cosas a la
cara, no en una sala llena de gente y de la forma más rebuscada e hiriente
posible – se dirigió enfadada hacia la puerta y salió de la habitación dando un
portazo.
Bajó las escaleras de dos en dos hasta
llegar a la planta baja y salió al jardín. Una brisa fresca atravesó la fina
tela de su pijama, haciéndola sentir un escalofrío que le caló hasta los huesos.
Caminó de forma ausente hacía uno de los
extremos del jardín, en el que se encontraba su lugar favorito, un pequeño
balancín, desde el que se podía observar la luna y las estrellas con absoluta
tranquilidad y silencio.
Se sentó en él y se movió
inconscientemente mirando hacia la inmensidad oscura que se abría sobre ella.
Tras unos minutos, apoyó la cabeza contra el lateral del banco colgante y cerró
los ojos en un suspiro.
Estaba cansada, cansada de todo. De
luchar, de tener que estar siempre demostrando lo que valía, pero sobre todo,
estaba cansada de su vida, de la absoluta y odiosa mentira en la que se había
convertido su vida.
Comenzaba a relajarse cuando sintió la
presencia de Eduardo tras ella, pero ni siquiera se molestó en voltearse.
Permaneció en la misma posición en la que se encontraba, hasta que él colocó
una de sus manos sobre su hombro, para llamar su atención, momento en el cual,
Carolina abrió los ojos.
- Lo siento Carol – la voz de Eduardo era
como un susurro – tenías razón, estaba enfadado y la pagué contigo, me desquité
como pude, en lugar de hablar como debía haber hecho.
Ella se mantuvo en silencio,
incapaz de saber cómo reaccionar, que decirle.
- No me gustó pensar que aún después de
todo, continuabas con la boda, por los demás, obligándote a ti misma. Pensé que
tardabas en contestar porque no te atrevías a decirme lo que sentías realmente,
porque no confiabas en mí y eso me puso furioso.
- Pero por lo visto el que no confía en el
otro aquí eres tú – ella habló sin ningún ápice de sentimiento.
- Y hasta ahora me doy cuenta de que no
debí desconfiar, tú nunca me has dado motivos para hacerlo.
- Y nunca te los daré. Te lo dije una vez y
te lo repito, cumplo mis promesas, respeto mis tratos, y jamás lastimaría a la
gente que quiero.
- Lo sé, y también sé que soy yo el que se
empeña en poner los problemas. – se sentó junto a ella y suspiró – lo siento
mucho Carol.
- No te preocupes, otra cosa que hago bien
es perdonar – bromeó ella – además también yo debo disculparme, no debí
hablarte como lo hice, me deje llevar por mi mal humor y…
- Estabas perdonada antes de pensar en
pedir perdón.
- Gracias.
Ambos se quedaron durante unos
minutos en silencio mirando las estrellas.
- Tú propuesta era realmente buena, mucho
mejor que la mía. Estoy segura que la semana que viene la junta se decidirá a
aprobarla.
- A pesar de lo que dije, la tuya también
era muy buena.
- Pero tenías razón, los presupuestos para
marketing eran demasiado bajos.
- Teníamos que haber trabajado juntos… al
fin y al cabo los dos presentamos presupuestos similares, tenemos las mismas
ideas.
- No creo que trabajar juntos sea la mejor
idea.
- ¿Por qué no? – Eduardo giró el rostro
para intentar apreciar sus facciones en la oscuridad.
- Porque bastantes problemas tenemos con
nuestra convivencia, como para encima tener que tratarnos en las horas que
estamos en la oficina –bromeó, rodeándose el cuerpo con los brazos, intentado infundirse
algo de calor.
- ¿tienes frío? – le preguntó mientras se
quitaba la chaqueta.
- Un poco, sería mejor que entráramos.
- Sí, pero mientras ponte esto – Eduardo
colocó su sudadera sobre los hombros de Carolina y ambos caminaron uno junto al
otro hacia la casa.
Llevaba todo el día cansada, pero no
sabía por qué. No había realizado ningún esfuerzo ni nada que pudiera causarle
sentirse de esa manera, pero realmente lo único que tenía ganas de hacer era
irse a casa y meterse en la cama.
Había visto pasar las horas en el reloj
de su escritorio como si fueran días. Y aún le quedaba cerca de una hora de
trabajo, aunque como continuara con el ritmo que llevaba, no iba a terminarlo
nunca.
Se recostó en el sillón y cerró los ojos,
masajeándose las sienes con cuidado, intentando en vano que los pinchazos de su
cabeza desaparecieran.
- ¿quieres que lo haga yo? – abrió los ojos
algo sobresaltada y miró a su marido que se acercaba a ella sonriendo.
- ¿Sabes dar masajes?
- Lo básico, te pongo las manos en la
frente y aprieto en círculo ¿no?
- Mejor déjalo. ¿Qué quieres?
- Venía a decirte que me ha llamado Nacho,
se va mañana y quería quedar para cenar y despedirse.
- Que poco tiempo ha estado.
- Sí, bueno, que yo venía a decirte que si
quieres venir.
- Ni loca.
- Prometo que esta vez me comportaré como
una persona normal.
- No es por eso Eduardo, es que estoy
realmente cansada, creo que estoy incubando algo, y me duele la cabeza
horrores.
- ¿Seguro que no quieres venir? – la miró
con gesto culpable.
- Seguro, voy a salir pronto y voy a ir a
casa, estoy muy cansada ya te lo dije.
- Está bien, pero si es por lo que pasó…
- Que no pasa nada Eduardo – le interrumpió
sonriendo ante la insistencia de él por pedirle perdón – da recuerdos a Nacho
de mi parte y dile que me lo pasé muy bien la otra noche, pero que no me
encuentro bien.
- Vale – se encogió de hombros – ¿quieres
que cambie la cena por unas copas y te acompaño a casa por si necesitas algo?
- Te pones muy amable cuando te sientes
culpable de algo ¿no? – preguntó con guasa.
- Yo siempre soy amable – se defendió con
el ceño fruncido.
- Si claro… - le sonrió – en serio, no te
preocupes, ve y pásalo bien, pero si estoy dormida no me despiertes – Eduardo
correspondió a su sonrisa y levantó la mano, alzando los dedos índice y
corazón.
- Prometido.
El ruido de la puerta de la habitación al
abrirse la despertó. Cambió de postura y se estiró hacia la mesilla de noche
para dar la luz y ver a Eduardo intentando cerrar la puerta con una mueca
extraña en la cara.
- Vaya, me temo que he roto mi promesa de
no despertarte.
- No pasa nada, pero ¿te ocurre algo?
- Nada ¿por?
- Porque estabas haciendo un gesto muy raro
mientras cerrabas la puerta.
- Es que no quería hacer ruido.
- ¿y para eso tienes que poner cara rara?
- Claro, es una forma de hacerlo bien.
- Nunca lo había oído – comenzó a reír.
- ¿te sientes mejor? – le preguntó
desabrochándose la camisa a la vez que se dirigía hacia el vestidor.
- Sí, he conseguido dormir algo, y ya no me
duele la cabeza, ¿tú qué tal te lo has pasado?
- Genial, - salió con el pijama en la mano
y caminó a través de la habitación - hemos ido a un restaurante de estos que te
plantan una chuleta de este tamaño – explicó abriendo mucho los brazos – ahí a
la piedra, que sale aún saltando el aceite y luego hemos tomado unas cuantas
cervezas.
- Dieta sana por lo que veo – bromeó.
- Sanísima. – entró en el baño sin ni
siquiera cerrar la puerta.
- Pero has venido muy pronto, apenas son
las tres, pensé que os quedaríais hasta las tantas.
- Nacho quería dormir algo, mañana coge el
avión temprano, tiene que ir a una reunión en Frankfurt a primera hora.
- Es una lástima que no os hayáis visto
casi.
- Si – salió del baño, con el pantalón del
pijama puesto, apagó la luz y de camino a la cama dejó la ropa que se había
quitado en una silla, para ponerse la camiseta – pero los dos hemos estado muy
ocupados. Otra vez que venga estaremos más tiempo juntos – retiró hacia atrás
las sábana de su lado y se metió dentro – por cierto, te manda recuerdos,
estuvimos un buen rato hablando de ti.
- Sí, claro, seguro que os pasasteis la
noche hablando de mí - ironizó.
- Tenlo por seguro – se inclinó sobre ella
para darle un beso en la mejilla y volvió a su lugar – buenas noches, Carol. –
se tumbó dándole la espalda.
- ¿de mí? - le preguntó totalmente
sorprendida.
Carolina se le quedó mirando durante un
par de minutos antes de darse por vencida y decidirse a apagar la luz e
intentar conciliar el sueño de nuevo, dejando a un lado las posibles
conversaciones que podrían haber tenido con ella como tema central.
Había pasado una semana desde que se
hubiera reunido la junta para elegir el presupuesto anual. Una semana desde que
Eduardo y Carolina tuvieron la mayor discusión de todas las que habían
protagonizado desde que contrajeron matrimonio. Y una semana desde que su
relación se había hecho algo más llevadera.
Siempre se suele decir que de los
errores se aprende y en este caso ellos habían aprendido. Habían cambiado, se
empezaban a entender, aunque fuera ligeramente, y sabían que si querían hacer
que las cosas funcionaran entre ellos, había tres cosas que no podían faltar en
su relación, la confianza, la comunicación y la verdad. Porque bastantes
mentiras les rodeaban ya, como para además mentirse, ocultarse las cosas, y
desconfiar el uno del otro.
Carolina estaba en el despacho. En
unos minutos debería acudir a la sala de juntas para asumir la decisión del
consejo. Esa decisión que sabía no iba a ser a su favor. Pero eso había dejado
de importarle.
Había meditado mucho sobre ese asunto
tras la conversación que tuvo con Eduardo hacía ahora varios días. Y se había
dado cuenta de que lo que realmente importaba no era cual de los dos
presupuestos era el elegido, cuál de ellos dos era el mejor. Sino que lo
realmente importante era aquello que beneficiaba a la empresa.
- Toc, toc, toc – Eduardo asomó la cabeza
por la puerta tras su peculiar manera de llamar - ¿Preparada?
- ¿Algún día llamarás como lo hacen las
personas normales? – Carolina dejó el bolígrafo, que tenía entre sus dedos,
sobre la mesa y lo miró con una sonrisa.
- No sé – entró cerrando la puerta tras de
sí – igual algún día decido sorprenderte.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a buscarte para ir a la junta.
- ¿A mí? – le miró con el ceño fruncido por
la confusión - ¿y a qué se debe ese honor?
- Pensé que querrías entrar al lado del
ganador – apoyó las manos sobre una de las sillas que se encontraba frente al
escritorio de ella y la miró con una jocosa sonrisilla.
- Mira – se levantó y apartó cuidadosamente
la silla de su lado – si piensas que…
- Broma – levantó las manos en son de paz –
era una broma Carol, no te enfades.
- He decidido que no voy a enfadarme más
contigo – le dijo con indiferencia.
- ¿lo dices enserio? – preguntó con una
sonrisa soñadora.
- Por supuesto… - le miró ahora sonriendo
ella –…que no… - Eduardo borró su sonrisa - sabes que es imposible que yo deje
de enfadarme contigo – caminó hacia él – aunque últimamente no puedo quejarme,
parece que nos toleramos medianamente bien – le dio un golpecito sobre el
hombro y caminó hacia la puerta – vamos, no quiero que me hagas llegar tarde a
la junta.
- Bien, entonces estamos de acuerdo, - Julio
se puso en pie – finalmente el informe presupuestario que comenzaremos a
aplicar y que regirá será el presentado por Eduardo, así pues, felicidades.
- Muchas gracias Julio, y gracias a todos
por la confianza.
- A partir de ahora te encargarás de poner
en funcionamiento todos los proyectos y recortes que sean necesarios – le
informó su padre.
- Por supuesto, yo me encargaré de todo.
- Bien. Continuemos entonces, tenemos un
punto relevante en el orden del día, y que sería conveniente comenzar a
visualizar e investigar, por si su consecución nos sería beneficioso y
deberíamos llevarla a cabo.
- ¿Puedes explicarte un poco más Enrique? –
le preguntó Carolina a su suegro - no consigo llegar a entender lo que quieres
plantear.
- Por supuesto hija – tomo el relevo Julio
– pretendemos realizar una OPA contra Peiser.
- ¿Peiser? – Eduardo estaba tan
desconcertado como Carolina.
- Si, Peiser, es una empresa pequeña, pero
que creemos que podría resultarnos de mucha utilidad – aclaró Julio de nuevo.
- Y lo que queremos es que realices un
completo estudio sobre los beneficios y perjuicios que conllevaría esa fusión.
De ese informe dependerá las acciones que llevemos a cabo
- ¿Qué le realice? – Eduardo se incorporó
en su silla y miró a todos los presentes - ¿yo?
- Si, tú. Tú eres el encargado de los
presupuestos, y tú mejor que nadie sabrás lo que nos conllevará esa unión.
- Ya, pero no… quiero decir, yo voy a estar
muy ocupado para poder encargarme de este proyecto como se debe, en cambio… -
Eduardo miró a Carolina con una sonrisa – Carol – la aludida miró a su esposo
con total sorpresa - puede dedicarle el tiempo necesario y sé que hará un
estudio intensivo, en el que tendrá en cuenta todos los aspectos de importancia
y por supuesto cualquier duda que tenga sobre las modificaciones que se
llevarán a cabo por mi parte, podremos consultarlas y tratarlas los dos juntos.
- A mi parece estupenda la idea – corroboró
Julio, mirando con una sonrisa de adoración su hija – y no creo que nadie pueda
oponerse.
- Yo también estoy de acuerdo… y si
Carolina quiere, no veo problema en ello.
- Bueno, yo – sonrió tímidamente y fijó, de
nuevo, la mirada en Eduardo – no sé, todo esto me pilla de sorpresa, pero si
cuento con la ayuda de Eduardo, supongo que no puedo negarme.
- Entonces todo arreglado.
- ¿Por qué has hecho eso?
Carolina continuaba sentada en su
asiento. Había esperado a que todos, a excepción de Eduardo salieran de la
sala, para decidirse a preguntarle. Porque su reacción le había supuesto una
verdadera sorpresa.
- Porque me ha dado la gana – él se sentó
sobre la mesa al lado suyo y la miró alegremente - ¿Algún problema?
- Pero…
- Pero nada, yo tengo demasiado lío con lo
que me ha caído, y no iba a permitir que tú te fueras de rositas y te ganaras
el sueldo por limarte las uñas encerrada en tu despacho.
- Oye – se puso en pie enfadada y le miró –
que yo…
- ¿sabes que te pones muy guapa cuando te
enfadas? – bromeó.
- Eres lo peor. Pero por alguna extraña
razón que aún no he conseguido descifrar, me siento obligada a darte las
gracias.
- No tienes que darme nada, estás más que
cualificada para ese trabajo, si me lo ofrecieron a mí fue por simplificar las
cosas, pero estoy seguro de que tú lo harás mucho mejor que yo.
- Tampoco hace falta que me hagas la
pelota.
- Estoy hablando en serio, tú eres mucho
más exhaustiva que yo, tienes mucha más dedicación y estoy seguro de que tu
informe estará mucho más completo que sí hubiera sido yo él que lo realizara.
- Necesitaré tú ayuda…
- Lo sé, y mi ofrecimiento era en serio, no
solo lo he dicho para quedar bien.
- No sé qué decirte.
- Pues no digas nada.
- ¿algún día conseguiré entenderte? – le
miró con la cabeza ladeada.
- ¿algún día lo lograré yo? – contraatacó
él.
- Créeme, yo soy mucho más fácil de
entender que tú, al menos yo transmito lo que siento, se me nota en la cara, en
la mirada…
- ¿me estás llamando inexpresivo?
- Te estoy diciendo que cuando quieres eres
como un libro cerrado, no dejas que nadie sepa lo que te ocurre, te cierras en
ti mismo y no consigo saber lo que piensas, lo que te pasa.
- Eso es algo bueno para mí.
- Y muy frustrante para mí.
- No sabía que pudiera hacer eso.
- ¿el qué?
- Frustrarte.
- Créeme, lo haces continuamente. Tanto que
a veces me dan ganas de matarte.
- Bueno, al menos te dan ganas de hacerme
algo – sonrió pícaramente.
- Ah… - se dirigió hacia la puerta – no sé cómo
te soporto a veces.
- ¿solo me soportas a veces?
- ¿no te puedes tomar nada en serio?
- Creo que esta conversación ya la hemos
tenido – se tocó la barbilla pensativamente.
- Me voy a mi despacho.
- ¿No decías que me querías dar las
gracias?
- ¿Y tú no decías que no hacía falta que lo
hiciera?
- He cambiado de idea – dijo con
indiferencia mientras se encogía de hombros.
- Ay – resopló cerrando los ojos,
intentando así contenerse y le miró – muchas gracias Eduardo – le dijo con tono
forzado.
- De nada mujer, no hacía falta que me
dieras las gracias. – la miró sonriendo y abrió los brazos hacia ella - ¿un
abracito? – Carolina le miró con los ojos entrecerrados - ¿No? desde luego, que
despegada eres.
- Si te dijera lo que eres tú… - resopló de
nuevo - Me voy…
Eduardo se encogió de hombros divertido y
se volvió para recoger sus cosas y abandonar él también la sala.
Carolina sujetó el pomo de la puerta con
la firme intención de irse. Pero, inmediatamente después, lo soltó y se quedó
mirando al suelo durante unos segundos. Cerró los ojos con un suspiro de
renuncia y giró sobre sus talones.
- Mierda – dijo enfadada ante lo que
necesitaba hacer.
Eduardo se volvió, sorprendido, al
escucharla, para verla caminar hacia él. Carolina se acercó a él con pasos
pausados y una vez que estuvo enfrente suyo, le abrazó.
- Gracias – le dijo esta vez sinceramente.
- De nada – le contestó él correspondiendo
al abrazo con una sonrisa.
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El quinto, a ver que os parece y muchas gracias por leer y sobre todo por comentar. ;D
Ya te he dicho que me encanta!!?? Sencillamente genial. Eduardo y Carol me encantan pero Daniella es única... Como no podía esperar busque por Internet y di con esta publicación en otro foro que va algo más adelantada... Consecuencia: pues que ahora la espera va a ser mucho más largaaaa. Pero no lo pude evitar. Así que sólo me queda darte la enhorabuena por lo que llevas Publicado intentando no desvelar nada de la trama... Aysss kiero un Eduardo en mi vida yaaaa. No se si es que me gusta el personaje o la relación q tienen los personajes. Ni que decir que a todos nos hace falta una Daniella demuestra vida así de alocada y divertida y que nos apoye hasta el infinito y más allá porque se nota a leguas q por Carol hasta le cae bien Eduardo aunq se ponga con el.... Sino tampoco sería lo mismo y eso Carol antes o después tendrá que entenderlo... Jajaja. Espero que publiques nuevo capítulo pronto aki y allí... Y de verdad enhorabuena x la historia.
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